28 may 2011

Bowie dixit.

Sin alejarse apenas un palmo de la realidad, de su realidad: un plato liso de porcelana, de no más de diez centímetros de diámetro, ejerciendo en su centro de estatua un vaso alargado de leche, con dos guardianes llamados "cruasans" a cada uno de sus lados (pongamos que un circunferencia tiene dos lados, para no desestimar la lección). ¿Cuánto puede medir un palmo en realidad? Bueno, yo decido tomar la medida de mi mano "a-ojo-de-buen-cubero" y dice que son quince centímetros. Sí, un palmo mide más que el plato de porcelana liso, que también es circunferencia, atención, con dos lados, no hay que desestimar, no vaya a ser que se nos deslice entre los dedos palabras falsas y rutilantes, que silabean entre versos, o, qué demonios, que se lanzan en acto suicida desde tu mano, desde esos quince centímetros. Porque, suponiendo que si a cada letra le damos un valor de dos centímetros máximo tratándose de vocales abiertas como la "á" y la "ó", la "í" por tanto mide menos, la mitad seguramente, igual que la "éle", pues la "uvedóble" y la "´éme" son más largas. Bueno, cojamos un ejemplo liso, como puede ser la palabra "árbol". "Árbol" mide nueve centímetros exactamente. Suponiendo que sentado en una silla de no más de cincuenta centímetros de alto, nuestra mano se alza casi otros 50 centímetros, pues la caída para la palabra es mortal, vamos que es como si lanzas una hormiga desde treinta centímetros, lo más viable es que se destroce al tocar el suelo. Aunque también tendríamos que valorar la velocidad con la que cae y...

Tendemos a alejarnos de lo paranormal por asco, y de lo complejo por vagueza, de lo animal por escrúpulos, y de lo dantesco por miedo. Indiferencia, es lo que marca la cafetera de la soledad, y ojo, que la lluvia lo acompaña con una bonita banda sonora. Aún no entiendo cómo a nadie (que yo sepa) no se le ha ocurrido grabar la música de la lluvia, el repiqueteo en alcobas, sus rebotes en la acera. La lluvia no suena igual en Nueva Orleans que en Camberra. Ay, qué bonita mezcla el jazz, la música negra, con la lluvia. Aunque según dicen es la lluvia en París la que te enamora. Tonterías, de esas que reptan entre las conversación inútiles de los adolescentes, y que se cuelan en sus labios y adormecen la mente.

Señor Gris, o Mr.Gris, o Don Gris, dependiendo si le pillabas en horario laborable, sábados, o domingos y festivos, sabía mucho sobre la lluvia, y sobre hamacas también, pero de lo segundo muchísimo menos que de lo primero. Le gustaba tocar los platillos, realizar estrofas con estofados, y ahondar en superficies cóncavas, que una vez mojadas por la incesante lluvia, resultan resbaladizas e intratables por nuestras suelas de caucho. El cuero le daba mucho "repelús" de ese, y dentera le daban las uñas largas. A veces no era él, buscaba un disfraz mejor, y bailaba bajo la lluvia, hasta el apagón. Señor Gris canta todo el jardín, todas las flores que nunca probó, y siempre lleva su sombrero rimbombante. Y rinocerontes, que nadie se olvide de ellos, que Dalí, Salvador,  no lo hacía. Disculpad mi osadía.


Saber que no os puedo aniquilar, no es suficiente para firmar la paz.