Se trata de una sensación única, impagable. En cuestión de segundos, de palabras, de frases o estrofas, de estribillos, te encadenas a un ritmo que ensordece tu organismo y penetra tu caja torácica violentamente, atravesando los pulmones, cortándote el aliento, hasta llegar al mismo corazón, y allí se aloja. Cuando una canción viaja directamente a tu órgano cardíaco cualquier lucha contra ella está perdida. Abres los ojos todo lo que puedes, embriagado por el sonido, que a borbotones entra en tu sistema nervioso y provoca ese hormigueo que cubre toda tu piel, desde las manos a los pies.
El enamoramiento es inevitable, la canción ya es huésped vitalicio de nuestro corazón, de nuestra vida y nuestras circunstancias, y no se puede hacer nada, absolutamente nada por deshauciarla de nuestro apartamento interior. Pero normalmente el caso indica que el enamoramiento te envía directamente al éxtasis, y no se tiene ningún reparo o prejuicio para con nuestro nuevo vecino cardíaco, la convivencia se torna legítima, y durante años y lustros y décadas nos continúa acompañando. Y nosotros, como buenos anfitriones, la despertamos de vez en cuanto para deleitar nuestro oído. Un nuevo clásico de nuestros corazones. Pero no se debe despreciar o subestimar el cierto poder que esto contiene. Sólo ocurre con algunas canciones, dos o tres, o cinco, y es un error pensar que cualquier canción que es de nuestro agrado o preferencia forma parte de nuestro órgano más omnipotente.
Esa canción que ha entrado directamente a tu corazón, en línea recta, no necesita de quince o treinta reproducciones seguidas cada día, no necesita caer en el olvido o el aburrimiento. Porque cada vez que escuches esa canción, volverás a sentirte embriagado de nuevo por aquella sensación que te trastornó una vez, tan inofensivo tú, que nada pudiste hacer para evitar el enamoramiento. Cada vez que suene, lejanamente, o aparezca de improvisto en el modo aleatorio de tu reproductor llegará la embriaguez. Y esa embriaguez, multiplicada su potencia por diez mil, si suena en un vinilo de 12'' en un tocadiscos, sin necesidad de un volumen alto.
La sonrisa del oído, el orgasmo del hipotálamo. La llave de un corazón con inquilino.