-Los rayos de esperanza son comúnmente conocidos por aparecer espontáneamente, y su desarrollo se produce de una forma rápida e inmadura, pero igualmente tendrá la fuerza como para desbancar la tiranía, por ello de lo esperanza. El concepto del rayo es más tardío, apareció unas semanas después cuando el sol lanzó sus primeras luces después de una tormenta, y uno de sus rayos fue a parar al pecho de la esperanza. De ahí a que alguien soltase: ¡Es un rayo de esperanza! Ahí se podría decir que se dio a luz al dogmatismo, o ala religión, los sueños, las decepciones y los arañazos más fieros...
-Para - interrumpió él.
-¿Por qué? - contestó ella - no he leído ni un sólo párrafo.
-No es por qué la pregunta, es para qué - aclaró - o sea, vamos a ver, no entiendo para qué hay que saber eso, no creo que se puedan hacer las cosas así como así, tú puedes inculcar los valores, pero nunca arremeter a la obligación de cumplirlos, ¿entiendes?
-No.
-Es algo obvio, ¿de qué nos sirve eso? - dijo señalando al libro que tenía ella sobre las rodillas.
-¿El qué?¿La filosofía? - inquirió.
-Sí, exacto - aclaró - no pueden llegar cuando tenemos casi veinte años a enseñarnos el bien y el mal, y su conducta, su apaleo, la moral, todas esas parrafadas que se podrían resumir perfectamente en frases más breves y coloquiales. O sea, no entiendo el por qué de añadir todos esos adjetivos, raudo, tardío, etcétera, cuando con una frase se puede sentenciar y sintetizar: el atisbo de una falsa esperanza origina la religión, o el dogma de fe. O incluso más breve: de la falsedad de una nace la religión de la otra.
-Pero al final has entendido la lección - terció ella.
-Sí, pero luego resulta que llegas al examen y escribes con ilusión tu frase breve, y te plantan esta mierda - lanzó a su amiga un examen con un suspenso marcado en rojo - no sirve para nada.
-Si hubieras estudiado más...
-Lo dices como si pudiera estudiar eso - interrumpió Jamie - no es justo, la filosofía es algo que se debe inculcar, no examinar. A mí nadie me ha preguntado por mi propia filosofía, a lo mejor es mucho más completa y perfecta que muchas teorías indeterministas e inútiles. No es justo que te examinen de esas cosas, para ver si te las sabes de memoria y las entiendes. Que no, que no es así, que eso es un método absolutamente idiota. Mis valores, eso es lo que deberían preguntar, acerca de mis valores, de mi sentido y de mi concepto de la propia filosofía, no es algo que se pueda enseñar, es algo que se puede mostrar, para que luego uno mismo ejerza su derecho y siga la teoría que más se asemeja a su filosofía, o simplemente se crea una filosofía propia, eso es legítimo. No hablo de que ahora alguien alce la mano y se ponga a diferir una filosofía que apoye el vandalismo y la inmoralidad, lo ilícito. No. me refiero a una moral propia, al fin y al cabo en el espíritu, el alma, el cuerpo, la mente, o en todos los elementos a la vez, reside la filosofía del individuo... ¿qué haces?
-Grabarte - contestó Audrey.
-¿Para qué? - inquirió Jamie sorprendido.
-El uso ya lo decidiré yo, así lo dicta mi propia filosofía. Si tú le das un uso a cierta cosa, te haces dueño legítimo de cierta cosa. Así es como finalmente llegó al concepto de que un objeto común, sujeto a varias personas tiene varios dueños. Por ejemplo, nuestro sofá - señaló al armatoste azul oscuro que estaba en una de las esquinas de la buhardilla - yo lo uso para tumbarme, para sentarte, tú lo usas para dormir cuando te place, incluso cualquiera de los que se ha sentado en él tiene una merecida propiedad. Eso sí, yo más que nadie, que soy la que ha echado un polvo en él, tengo más derecho que cualquiera su propiedad.
Se levantó del suelo, dejando el libro en él, y le tendió la mano a Jamie, que acostumbrado a Audrey, en vez de agarrarla como apoyo para incorporarse del suelo, depositó en su palma medio cigarro.
-¿Qué es esta mierda? - gruñó ella.
-Es para que le digas a Beth que nuestro tabaco nos cuesta dinero, y que deje de romperlo - sonrió, levantándose del suelo - son las once y media, yo me voy ya a casa.
-Quédate a dormir, te dejo el sofá, por favor - suplicó en tono infantil Audrey.
-¿Otra vez? - suspiró Jamie - en mi casa ya se empiezan a preguntar dónde paso las noches que no vuelvo a casa.
-En la buhardilla de tu amiga Audrey, creo.
-Ya, pero ellos pienso que ando por algún callejón oscuro atiborrándome de droga y pastillas, creen que comercio, me lo han dicho directamente - se acercó al sofá y se sentó.
-¿Creen que eres un camello? - se sorprendió ella - que poca confianza tienen en ti entonces. Claro que, mira quién habla, a mí me echaron de casa con mil dólares porque pensaban que me estaba prostituyendo en mi cuarto. Hay gente anticuada que todavía no entiende que no ocurre nada malo por tirarse a seis tíos diferentes cada mes. Se llama ser una persona abierta.
-Abierta de piernas - no le dio tiempo a morderse la lengua.
-Gilipollas - dijo con desdén Audrey.
-Ya sabes lo que opino de que conozcas a tantos hombres, no me gusta, no sé por qué - intentó arreglarlo.
-Mira Jamie, nunca he tenido novio, ni quiero tenerlo, tampoco voy a casarme, ni a tener hijos, simplemente quiero aprovechar mi juventud, no quiero nada serio, y no voy buscando hombres por ahí, algunos me buscan a mí y otros me los encuentro por sorpresa. No necesito lecciones de nadie.
-Hoy duermo en casa, ¿vale?
-Como quieras, es tu casa, y esta también, no lo olvides - encendió el medio cigarro sin mirar a su amigo.
-Hasta mañana Audrey - le dio un beso en la frente, cogió su cazadora del suelo y se fue.