Una vez que ya no te preocupas ni en esquivar charcos, y, es más, te obcecas con saltar en cada de uno de ellos, intentando salpicar a trompicones, mezclándolos entre sí, de una manera inhumana; puede que acabes siendo declarado persona non grata. No te enfades, cada uno se labra su suerte. Si miramos todo desde una perspectiva cenital, podríamos ver los cimientos temblar, y los paneles de madera del parqué taparse los ojos para no ver cómo van a acabar precipitándose como hojas en otoño. Todo eso en una suerte de bucle que acabe por no devolverte el boomerang, pero no te inquietes, cuando lo haga, será con una cuchilla en cada extremo, y cuando la acera se haya teñido del rojo de tu grupo sanguíneo, no te limites solo a tener miedo y taparte los oídos para no escuchar las risas que van a caer a tu alrededor. Preocúpate más por huir, por que no te llegue el boomerang. Porque cuando lo haga, y lo juro, no va a volver a ser lanzado desde ese extremo del búnker.
Y cuando el viento vuelva a mecer los pinos, en forma de amenazas cuidadosamente escogidas para no dejar cabo suelto, quizá a la lluvia le de por aparecer, y en forma del puñetazo más enérgico, acabe hundiendo una falsa melancolía que va salir corriendo sin ningún estupor. Algún contratista desacertado puede ofrecerte un techo, pero no será de teja ni de hormigón, si no de hojalata. Ten cuidado no se hunda y acabe por asfixiar la tráquea del tiempo. Porque habrás conseguido que el firmante tenga que escribir una larga lista de nombres a los que rendir cuentas.
Y porque al fin y al cabo, ya que la lógica ha fallado esta vez, la v de vendetta no va a seguir durmiendo, de eso estoy férreamente convencido. Así mismo, declaro finalizada la tercera guerra mundial, pero cuidado con la segunda guerra fría, que va a ser menos tibia que la primera.
