26 dic 2011

V - Trámites.


Hoy me he levantado planteándome si vivo en el mundo en el que quiero vivir. Si todo es platónico y me encuentro descarriado en el mundo sensible sin capacidad de aprendizaje, con el alma en otra parte. La duda me ha hecho huir de la realidad buscando algo que se ha extraviado a lo largo de los años. Toda filosofía imaginativa, y sobre todo, toda religión y fe, se basan en la duda, en el "y si". ¿Y si mi alma estuviera separada de mi cuerpo, en otro mundo?¿Y si existe un ser creador original que nos ha alumbrado y organizado significando él y únicamente él el inicio de los tiempos?

Las grandes mentiras se ambientan en las duda, en la duda del individuo, que entre la espada y la pared no tiene más remedio que inclinarse por idolatrar la fe, alegando que necesitan creer para vivir. Yo no necesito creer en nada para vivir, ni en la reencarnación, ni en ninguna otra cuestión que tenga problemas para demostrar su verdad. Tan solo sé que cada tres días tengo que afeitarme y que los cigarros alimentan mi ego para destruirlo dentro de unos años.

Hoy me he levantado en otro mundo, en uno completamente contrario e irreverente al real, donde no sólo el planeta tierra no se movía, sino que el resto de los astros daban vueltas a su alrededor como zíngaros danzando alrededor de una hoguera, como un bufón ejerciendo ante un rey sin nombre. Todo ello siendo un mero trámite de transición anestesiada y plomiza hacia la travesía que desemboca en mi viejo sofá. No he acabado de entender en qué registro se puede catalogar mi viaje espectral a través de los sentimientos, ni bajo qué circunstancias he acabado abstrayendo las emociones e imantándolas con un poder tan potente como valiente.

Como si todos los libros de la cabecera de mi cama hubieran convertido en realidad cada una de las tercas e imaginativas historias, dramas y ensayos que en sus lisas y viejas páginas contienen: ha acontecido un choque entre dos mundos que sólo yo he captado con el gran desarrollo de unas pocas capacidades sensitivas. Como una gran onda expansiva que ha atravesado la ciudad destruyendo todo a su paso excepto a mí. 

17 dic 2011

IV - La idealización de una vida.


-Acostumbramos siempre a ver en las películas, a leer en los libros, a ver en todas partes, a idolatrar, a idolizar y alabar una vida idealizada, pensada o vivida por cualquier persona, que ha sabido narrarla de la manera más solemne o desarrapada, pero que siempre acaba embriagándonos y arrancándonos un trozo de alma en el que se nos graba esa historia como si se tratara de un disco duro. Envidiamos al artista, al director, o a la persona que ha vivido lo narrado, aunque esto acabara con un triste final, muerto, o destrozado por las circunstancias que lo han moldeado. Siempre pensamos que podríamos ser algo mejores, que podríamos refinar  lo que tenemos alrededor y a nosotros mismos, y alcanzar esa virtud aristotélica, convirtiéndonos en algo o en alguien que hasta nosotros mismos querríamos más. Todas esas historias nos hacen perder amor propio, nos hacen convertirnos en ¿quién sabe? ¿personas algo inferiores? Nos hace pensar que a nuestra personalidad le falta un toque malhumorado, o ácido, o dulce, o de dejadez asquerosa, de maleducado, de lo que sea, a fin de que mejoráramos nuestra idea, nuestra imagen. Como si pudiéramos crear una versión de nosotros mismos más actualizada y mejorada que la anterior.

>>Acabamos tomando por costumbre que cualquier cosa que realicemos, que cualquier frase que digamos, que cualquier postura que adoptemos, jamás estarán a la altura de un filme o de un buen libro. Tomamos el drama como algo increíblemente atractivo e intenso, pero conocemos el hecho de que si cualquier drama ocurriera en nuestras vidas, a la mínima nos romperíamos en mil pedazos, de dolor o de lo que fuera, obligándonos a pensar que necesitamos endurecer nuestra mente, conseguir aguante y resistencia, no dar tanta importancia a todo. 

>>Y siempre que nosotros o cualquiera de nuestros cercanos consigue exhibirse con una frase, con un acto, con un gesto, o con un aire de genialidad y originalidad, no nos sorprendemos al calificarlo de "parecía de película" o de "te ha quedado como en un libro", creyendo que todos los argumentos que en películas y libros aparecen no ocurren en la vida real, y que son fruto de imaginaciones portentosas y lo suficientemente imaginativas como para conseguir hacer realidad actos inverosímiles. Error. Si algo aparece en las películas que cuentan historias, que narran vidas, es porque han tenido que ocurrirle a alguien, sin que esto deba ser una obra biográfica. Existen muchas personas que han llevado sus vidas al límite, que las han vivido de la manera más atractiva y deseosa, con una velocidad temeraria o con una lentitud hermosa, pero que no las han contado. Y quién sabe si en nuestra vida podamos acabar contando anécdotas que nos han ocurrido que parezca extraídas de un guión cinematográfico, o de la mente de un novelista extravagante.Quién sabe.

>>Y sin duda no nos damos cuenta, de que según vamos avanzando en nuestra vida, nos van ocurriendo cosas que hemos hemos leído en libros y que deseábamos que ocurrieran, o escenas de películas que anhelábamos vivir también nosotros. Si nos paráramos en seco a pensar lenta y ordenadamente en cada cosa que nos ha pasado, en cada fragmento de los años de nuestras vidas, nos encontraríamos con escenas que no habíamos valorado en el momento de vivirlas, y que sin duda se asemejan a esa idealización que a todos nos ronda la cabeza. Algún desamor, algún verano, alguna escena graciosa con otras personas, todo eso forma parte de nuestra propia película, personal e intransferible, y quizá si pudiéramos grabarla en formato físico, y reproducirla en los últimos años de nuestras vidas, quizá nos encontráramos con una superproducción cinematográfica, o con una dramática novela que te mantiene enganchado hasta el final. Creemos que lo conocemos todo de nosotros mismos, pero desconocemos muchos aspectos de hasta lo que nos va ocurriendo a medida que cumplimos años. No somos dueños ni de nosotros mismos, si anhelando que nos ocurran cosas que soñamos, acabamos perdiéndonos lo que de verdad nos ocurre.

9 dic 2011

III - Sin querer, se perdió entre el a propósito.

Solía bajar a la calle a eso de las once y media o doce, para, a parte de echarse un cigarro con las ganas acumuladas de toda la tarde, observar como el frío ahuyentaba a cualquier persona que se atrevía a salir de su portal a tirar la basura, o a sacar al perro, o incluso a echarse un cigarro como lo hacía Bert. No sabía por qué le sorprendía encontrarse la calle vacía aunque hiciera frío, se sentía dueño de ella al ser el único ser viviente que pasaba por allí a esas horas en pleno diciembre. De vez en cuando un coche rompía el silencio y atravesaba los cien metros de calle a una velocidad excesiva, o moderada.

Sentía una necesidad imperiosa por ser dueño de algo más que de su propia vida, como ya se consideraba sin siquiera superar la mayoría de edad. Es como si algo le empujara a hacerse con algo en su poder, pero sin resolverle el acertijo de qué era lo que necesitaba poseer para alcanzar un estado de mayor felicidad, por así decirlo, trasladándolo a lo filosófico.

No era un caprichoso, nunca lo fue. Y ahora tenía la sensación de que algo se le escapa dentro de sí mismo, y que tenía que atarlo bien para que no saliera y le abandonara. Lo que no sabía era cómo hacerlo.

Observó morir al cigarrillo en el frío suelo mientras sacaba las llaves del bolsillo interior de su cazadora y las introducía en la cerradura, antes de volver a subir a su casa y perderse una vez más frente al escritorio, sin saber muy bien qué hacer, intentando resolver aquella ecuación que se le había presentado sin siquiera avisar con un saludo, sin presentarse protocolariamente antes de comenzar a hablar.


Al fin y al cabo había aprendido que las encrucijadas no eran muy educadas, y que nunca daban los buenos días antes de colarse en tu café e intentar hacerte la vida más difícil.