6 sept 2011

A wolf at the door.

Somos accidentes.
Esperando.
Esperando para ocurrir.

Y hasta que no ocurrimos no nos damos por vencidos, somos insitentes, maleducados, inoportunos, desvergonzados. No tenemos prejuicios y amamos la velocidad. Atentamos contra el viento y contra las posturas ajenas. Locos, todos locos. Somo algo asi como muñecos de trapo que se doblan con elasticidad, pero que nunca se rompen.
Si no se rompen... ¿cómo vamos a poder dignarnos a desaparecer?
Para olvidar no es necesario desaparecer, pero para desaparecer es imprescindible olvidar. Cuando esté en el cobertizo de mi pequeña cabaña en Wisconsin, observando la nieve amontonada por todas partes, podré dignarme a pensar y recordar a todos y cada uno de esos accidentes que pueblan la vida de cada. Y cuando llegue el momento de la vuelta, y no los encuentre tal y como eran, todo será más pacífico, más melódico.

Hay un lobo en la puerta, sé que está, y nunca le dejo entrar. Pero me llama, me está llamando, me llama al teléfono, me cuenta todas y cada una de las maneras con las que me quiere destrozar. Quiere robarme a mis hijos si no pago las deudas, sin rescates, y me amenaza con no volver a verlos de nuevo si llamo a la policía.
A estas alturas cualquiera se pone a deducir quién es el lobo y quiénes son los hijos. El lobo es el que me está diciendo que me marche, que desaparezca. Mis hijos son todos mis recuerdos. No quiero desaparecer y perderlos de nuevo. La policía no es otra que mi propia indecisión.
Como me dijeron una vez, aprendí a hablar cuando dejé de entender mis metáforas.

Y aprendí a vivir cuando dejé de abrir la puerta al silencio.
El momento acaba de irse, si lo dice Yorke
Sí, se ha ido.
Pero tengo el presentimiento de que algún día volverá. Porque estoy más que seguro de que ha decidido desaparecer pero sin tener que olvidar, teniendo al lobo al teléfono y en la puerta, y algún día volverá para que todos esos accidentes atrasados ocurran. Habrá quién lo reciba con lso brazos abiertos, y otros con una bofetada.
Ni el saco está lleno, ni nadie ha bajado para que deje de silbar.

¿Qué más da?
Si ya lo decía Ian Curtis, cuando se pierde el control, la vida se mueve como un cable de alta tensión roto, nunca se sabe a qué va a atizar esta vez con su extremo ardiendo.


Put me inside, put me inside,
put me inside, put me inside.
I keep the wolf form the door, but he calls me up.
Calls me on the phone, tells me all the ways
that he's gonna mess me up.
Steal all my children if I don't pay the ransoms, and
don't ever see them again
if I squeal to the cops.