Tenía claras las cosas que le asustaban en la vida, a él, como persona, individuo. Tenía dos concepciones del susto: lo que asusta, y lo que da miedo.
Normalmente lo que asusta se suele esquematizar hacia lo general, de modo que un mismo elemento puede asustar a más de individuo, incluso a miles de ellos. Las cosas que le producían sustos, de esos repentinos, era cuando el agua de la ducha primero salía fría unos segundos, para después tornarse cálida. Otro susto era cuando estaba sin saberlo al borde de la cama y despertaba justamente antes de precipitarse contra el suelo. Se asustaba cuando la ceniza del cigarrillo era la suficiente como para caerse, y como un poseso buscaba un recipiente donde dejarla caer, eso suponiendo que se pueda calificar de recipiente al suelo. Y luego, había cosas que le daban miedo, y le asustaban en ese sentido, como por ejemplo, las arañas, sobre todo esas que no resultan peligrosas pero que tienen las patas muy largas, las monedas colocadas formando una torre, una guitarra con una cuerda rota, y las chanclas de dedo.
Y en cambio, si entramos en el concepto del pánico, sólo había una cosa que se lo producía, y por haberlo experimentado: ver morir a alguien.
Para Joe la muerte había pasado de ser algo abstracto, inherente a la vida, a que su presencia comenzara a rondarle la cabeza. Sus ideas de muerte digan disgregaban y combatían con las de los demás. Si generalmente una muerte digna es por ejemplo, la producida por causas naturales, la que resulta de quedarse dormido poco a poco, de como la vida se va quedando dormida para no despertar más. No, Joe siempre pensó que la muerte más digna fue exactamente la que le ocurrió a su hermana mayor.
Estrella.
