Me enseñaste que el hielo podía romperse, el cristal resquebrajarse, las sonrisas desarmarse. Me enseñaste que el miedo podía abolirse, que el atropello podía omitirse, que las olas podían oírse. Me enseñaste que los gritos pueden sentirse, que la tragedia puede mascarse, que la tristeza puede maquillarse.
Pero nunca, nunca me enseñaste, que un corazón puede maquillarse, mascarse, sentirse, oírse, omitirse, abolirse, desarmarse, resquebrajarse, romperse, y mil y un verbos más.
Tampoco me enseñaste que a la vez que odiarte, podía amarte.
