1 feb 2011

De colores azules, que resultan ser verdes en realidad.

Blah, blah, blah, blah.

Sólo era capaz de escuchar eso dentro de mi cabeza, no era capaz de obcecarme como otras tantas veces y hacer caso omiso al tintineante y espantoso murmullo que inundaba la habitación.

Si Kant pudo, yo puedo...

Nada más lejos de la realidad, aquel reloj misteriosamente parado en las diez y cuarto, que seguía emitiendo un agudo tic-tac, espantoso, horrible. ¡Silencio! Diez segundos después volvía el sonido, volvían los gritos. ¡Callaos! 
Hoy me tocaba hacer una reverencia a esos latinismos que nos han quedado, como Ex aequo y esas expresiones que quieras o no han conseguido permanecer más tiempo en el mundo que cualquier persona en la mente humana. Lámparas de lava, camisetas centrifugadas en lejía. Publicidad escasa en canales que se creen superiores por invadir las entrañas de la sociedad de forma total y asquerosamente deliberada. No piden permiso, es más, no lo necesitan. Silencio, por favor...

Mañanas empañadas, en su punto de cocción exacto. Mañanas al dente. Peinado extravagantes, saltándose horas de estudio y cayendo en bailes tribales llenos de suciedad y andrajosos individuos. Reverencias al latín, pensamientos irrelevantes a conversaciones adyacentes a un único y común objetivo. Personas inherentes a otras, personas despiadadas, dulces. Chucherías y candiles rojos que no alumbran más allá de tu nariz, para que solo puedas pensar en ti mismo. Camuflaje de cebra, de tigre. Tardes alegóricas, símiles que se convierten en realidades, que engañan y atraen atenciones que no se merecen. Mecheros que caen desde la grada. Espectáculo, dinero.

Juegos de azar secuenciados y analizados para completar una jornada de victoria total. Juegos de habilidad mental. Ajedrez nocturno sin luces. Oscuridad que no tiene nada que envidiar a las telarañas de una mente anciana. Ochenta y dos cigarros en fila, preparándose para la ignición, entrando en pulmones de colores y luces, o sin nada, solo esa oscuridad que nada tiene que temer y que tanto se hace respetar. Lo gana todo, lo pierde todo.

Olvidadizos recados de compra, barras de pan que nunca están bien hechas, rectángulos irregulares, cuadrados gigantescos. Cubos de agua muy fría. Corazones helados.
Improvisación, asquerosa improvisación.


Gritos envasados al vacío que revientan, al fin.