15 feb 2011

De Georgia, del estado, no del país.



Resonaron las trompetas, y ahí llegó otra vez. Montaba en su elefante naranja, como de costumbre, y cuidadosamente acariciaba la cabeza de este, y le susurraba frases tranquilizadoras. Tachán, se abre el telón. Tachán, se cae el telón.
No era una de esas funciones triunfales, que cuando sales del teatro, con los labios secos de las palomitas, y con muchas ganas de ir al baño, te sientes diferente, como si de una u otra forma el espectáculo que tú y solo tú acababas de presenciar te hubiera aportado algo que ahora era esencial en tu vida. Tachán, llegó la pieza. Tachán, se desmorona el puzzle.
Sale un tucán, de repente, sin avisar. Nadie se fija que lleva una esvástica ceñida en un ala.
Tachán, se acabó la función.
Soplaron las cenizas, volaron las cenizas.

-Oye - me dijo uno que llevaba una gabardina azul.
-¿Qué? - respondí malhumorado.
-¿Te has fijado en el tucán? - me dijo.
Entonces vi la esvástica.
-¿Has visto que es de un color azul muy bonito? - me dijo.
-Es un tucán ciego - le dije.