18 feb 2011

De grandes vías y puertas en glorietas.



Rara era la vez que a George no se le ocurría algún plan divertido, por mucho que se tratara de acciones ilícitas, de esas que finalmente te ofrecían una moraleja para que no volvieras a recaer en ellas. Y como normalizaba cualquier cosa, rebajándola a un nivel que podemos llamarlo coloquial, vulgar, vamos, un nivel de colegueo. Si para él algo era posible, era realzar la figura de sus amigos por encima de la suya, sin destacar lo más mínimo, a primera vista. Pero claro, siempre algún entendido, o alguien de esos que se fijan mucho en partidos de fútbol y baloncesto, que se fijan en los detalles más mínimos, dándose cuenta de la vital importancia de estos detalles; que acababa por darse cuenta de que George era el alma, el espíritu, por decirlo de alguna manera, de aquellos viernes por la tarde. 

Y como era común entre sus amigos, acababa recibiendo mensajes, llamadas, consultas. Pero hoy George necesitaba estar solo, no por haber tenido uno de esos días duros en los que estás triste, sino porque tenía que comprarse una sudadera, y no necesitaba a siete personas para que le acompañaran. Quería elegirla él, no que lo hicieran sus siete amigos. No se quejaba de tenerlos, pero sostener a siete personas cada fin de semana puede ser agotador, o estúpido, depende del lado en que se mire. No hacía falta esmerarse en encontrar los secretos de George para darse cuenta de que aquella semana no le estaba yendo muy bien, sin razón aparente, o con ella.

George daba y regalaba, pero sin recibir nada a cambio, no lo necesitaba, claro está, pero siempre que ayudas mucho a los demás, por mucho que no quieras, siempre esperas que se te devuelva el cariño, la ayuda, aunque no la necesites, piensas en que por ética, comportamiento o educación, te lo deberían devolver. 

De esas paranoias y defectos estaba comenzando a ser víctima nuestro querido George.

-¿Quién es George?
-Ya deberías saberlo - carraspeó para que le saliera mejor la voz - George es ese que siempre nos ayuda y no recibe nada a cambio. Pobrecillo...
-No, no es nada pobre, tiene siete amigos.
-No, tiene siete personas a las que sostener, querido sobrino, no te equivoques.