No se por qué cerré los ojos y apreté los dientes. Quizá me esperaba que las piernas se me abrasaran bajo el ardor del té que acaba de derramarse en mi pierna izquierda.
Ah bueno, no me acordaba que esa era la pierna que tenía insensibilizada de por vida - perdonad si os amargo el día, pero es que mi historia es así - de modo que ninguna quemadura me podría doler.
Y el caso es que hubiera deseado que aquello me doliera, que sintiera la piel ardiendo y hubiera tenido que correr al baño a echarme agua fría, y haber podido observar y sentir la ampolla rozar con el calzoncillo y el pantalón cada vez que me vistiese e hiciera el acto contrario. Pero correr no podía, y tampoco sentir como la ampolla me rozaba. Una mierda en toda regla, sí señor.
Aunque si algo hubiera deseado es que si me hubiera quedado sin pierna fuera por amputación, porque por lo menos no tendría que ver aquella ampolla sin poder sentirla, por lo menos no habría una pierna que tocar y sólo sentir el tacto en la mano.
Ya se que últimamente me estoy volviendo muy asqueroso, pero es que no tengo más remedio, más me vale intentar serlo ahora, que tengo una razón.
Y después de haberme pasado la mañana sin poder llorar de dolor no tuve otra cosa que hacer que ponerme un disco de R.E.M. que lo único que hizo fue deprimirme más, para qué las prisas.
Pero me deprimió porque recordaba cómo bailaba esas canciones, como estas me hacían levantarme y comenzar a moverme al son de la música.
Y lo único que tenía en la estantería era rock clásico: un poco de R.E.M., otro poco de Police, Rolling Stones, U2, Kiss, Deep Purple (de cuando pegaron bien fuerte). Y siempre que mi amigo Houston (de nombre, no de apellido, que todas las personas me lo preguntan) me decía que dónde estaban los Beatles ahí.
-Es que lo americano no me va mucho - dije.
-Ah bueno - sarcasmo en su voz - menos mal que son de Liverpool, que si no...
Todo eso me lo podía decir cuando vivía aquí, en Milwaukee, pero desde que se mudó a California he carecido de consejos musicales. Y sigo sin escuchar mucha cosa americana, no se por qué. Y yo que me consideraba patriota cuando serví un año y medio en el ejército, hasta que la miopía me impidió ir a Pakistán (gracias a dios).
Y sin embargo ya apenas me acuerdo de él, sólo cuando escucho música. Es muy triste, porque fuimos siete años juntos al instituto, y luego la universidad nos separó bruscamente.
De vez en cuando disfruto de algún e-mail suyo, pero todavía no me he atrevido a contestarle que carezco de sentido en la pierna izquierda, que ya no puedo caminar, ni correr, que un gilipollas hizo lo propio en la carretera y el acabó muerto y yo, casi peor.
Es una angustia tremenda el saber que nada en tu vida va a ser igual, que ya no podrás salir a correr por el barrio, que los viajes del trabajo se acabaron, es más, rezo porque el trabajo no se haya acabado. Me gustaría poder volver a la empresa y que nadie me mirara con la cara desencajada, que mi jefe no me hiciera un trato especial, ni ningún otro empleado.
Pero es que esto es así, y se que algún día me tocará recibir mil "lo siento" y otros tantos "es terrible" o algún que otro "no te preocupes que ya lo hago yo" o "¿te ayudo?".
Es un asco terrible, creedme.