Dos semanas más tarde, en silla de ruedas claro, salí de aquel antro al que llamaban hospital, donde gente lloraba en los pasillos y el silencio se adueñaba de cada habitación.
Lo primero que hice, claro está, fue ir a mi casa. Un doctor me quiso ayudar "voluntariamente" a llegar a mi casa, y a saber cuánto le pagaban por hacerlo.
Bueno, el caso es que acepté su ayuda, porque todavía no me sentía a gusto en aquella silla y la confianza no había florecido en mi interior lo suficiente como para que me atreviera a empujar mi silla durante treinta minutos.
Al llegar a mi calle le indiqué al agradable doctor qué chalet era el mío, y tras llegar a la puerta, soltó:
-Bueno, piense que ahora podrá aparcar sin problemas.
Al oírle reír me pareció escuchar al mismísimo diablo. Le contesté con cara de malas pulgas y tras unos segundos de silencio le di las gracias a regañadientes y el ahora desagradable doctor se marchó.
-Menudo gilipollas - murmuré mientras abría la puerta.
Olía a cerrado, así que lo primero que hice fue abrir un par de ventanas par que el aire circulara adecuadamente.
Casi se me hacía extraño volver a estar en mi salón, y al ver un libro en la mesa me acordé de que empecé a leerlo justo antes de salir a trabajar, justo antes de que ocurriera Eso.
Prefiero llamarlo Eso, aunque se que esconde la verdad, y ello me convierte en un cobarde que no acepta lo que le ocurrió, pero me siento más a gusto diciendo Eso.
En la nevera había un par de cosas, y aunque no tenía ganas de comer nada, me tomé un yogur. Tuve que tirar varios productos porque habían caducado, así que tendría que hacer la compra en algún momento del día, y eran las siete y media de la tarde, así que no disponía de mucho tiempo.
Pero es que la idea de que todos los vecinos y conocidos que iban al mercado empezaran a preguntarme y preguntarme y compadecerse de mi no me animaba mucho a salir de mi pequeño chalet.
Pero bueno, siempre me han gustado las pizza, y que me las traigan a casa también. Ya no tengo que salir de casa hoy, mira por donde, que desgracia.
Desgracia en todo sarcástico, que conste.