17 ene 2011

Abandonando la costumbre del "de".



Lo que tienen las costumbres en común con las piedras, es que puedes elegir la que quieras y guardarla, hasta que llegue el momento de lanzarla al fondo de un río y olvidarla, o de coger otra y dejar en segundo plano la primera. Hay costumbres lisas, rugosas, redondeadas, puntiagudas, quizá esta última llegue a catalogarse como acto sectal más que por costumbre.
Cuando la chica de las converse rosas, algo rotas, y con el los cordones puesto de una manera peculiar, que no menos original, pudo esbozar una bonita sonrisa al descubrir unos nuevos cordones que colocar a sus converse rosas, algo rotas; fue exactamente el mismo momento en el que el cartel de Schweppes se iluminó por completo, y los miles de turistas o fotógrafos que querían aprovechar su oportunidad de observar la plaza, llena de gente hasta un lunes, o demostrar su capacidad creativa y plasmarla en una sola imagen.
Una imagen vale más que mil palabras. Y él, quizá empujado por el hecho de que había elegido la rama de humanidades para estudiar, contestaba:
-¿E infinito? ¿Qué imagen es capaz de plasmarlo junto a novecientas noventa y nueve palabras más?

Un sombrero de copa le saludaba desde la cabeza de un maniquí, feísimo por cierto, invitándole a entrar, comprarlo, y dejarlo reposar sobre su cabeza. Día tras día, el sombrero seguía saludándole, pues aún no había comprador que hubiera decidido gastar parte de su tiempo dejándolo sobre su pelo, o calva en su defecto.
-Te debes de sentir muy sólo.
-¿Yo? - contestó el sombrero - Qué va, a dos metros, mirando a la gente, uno nunca está sólo.
-No me entiendes - le explicó la chica de las converse rosas.
-¿Ah no? - se extrañó el sombrero.
-No me refiero a la soledad como término físico.

Y se fue, dejando al sombrero con la duda sobre si el hecho de estar a dos metros, sobre una cabeza de plástico, viendo gente pasar, era la vida que quizá alguna vez había soñado.

Continuó caminando, hasta llegar a una cabina de teléfono con publicidad de una empresa de comida basura. No llevaba el móvil encima y tenía que avisarle. "Menos da una piedra" pensó mientras marcaba su número.
La voz de un chico sonó al otro lado del teléfono, en el caso de que ese hipotético lado exista y no sea otra cosa que una burda expresión para calificar cada extremo de la línea.
-Hola Allen - le contestó la chica de las converse rosas.