Todo lo que siempre le marcaba, fue encerrado en cien mil llaves. Una mochila negra pintarrajeada, unas zapatillas destrozadas de las que parecía que le costaba desprenderse. Curiosa la forma con que uno ama cosas peculiares, objetos antiguos, incluso personas, vaya sorpresa. No eran su pelo medio rizado medio liso, ni sus ojos azules los que le hacían especial, sí atractivo físicamente, pero no especial. Por supuesto que era especial, pero no necesitaba su pelo y sus ojos. Sólo un bajo Squire negro azabache, para jugar con cuatro cuerdas cuatro horas al día. Se planteaba una y otra vez hacer una canción. Pero a él le iba más marcar el ritmo, pedalear entre las nubes de acordes grises y verdes, para acabar cayendo rápidamente en slides y solos que no eran muy percibidos en las canciones. A él le daba igual, Allen podría considerarse un hombre feliz. Se había independizado, había encontrado "El ático" y se había instalado sin problemas. Encontrado un trabajo en un restaurante cercano como camarero. No tenía mucho ingresos, tampoco muchos gastos, y además, el dinero ahorrado suponía un amable colchón a la hora de invertir. Revertía las almas maltrechas con jugosas canciones. También sabía tocar la guitarra, queda añadir, y decía poseer algo de habilidad con la acústica. En realidad la poseía, al cien por cien. Le desagradaban los gatos y los camaleones, comer verdura y hablar de cosas estúpidas. Pero con June nunca hablaba de cosas estúpidas, por eso la quería tanto. Además, ahora vivirían juntos, y era una de las pocas noticias buenas que Allen recibía en meses, podemos aventurarnos a decir en años, pero quizá exageremos demasiado. En cambio, las llamadas telefónicas, amplios paseos por parques imaginarios y no tan imaginarios, las fiestas, como buen dieciochoañero que era, y encontrar palabras nuevas y acoplarlas a los textos que escribía. También tenía la habilidad de pensar en un color y tocar una melodía inspirada por el azul, el verde, amarillo, e incluso el granate, color cobre, cualquier color. tenía los dientes ligeramente separados de una manera graciosa, y de vez en cuando se dejaba perilla. Color verde como favorito, y espaguetis en lo relativo a comida. Una mascota, perro. Y mil cosas que resultaban ser sus favoritas en cualquier ámbito, campo, tema, o como le quieras llamar. Procuraba no beber demasiado, no fumaba, y hacía ejercicio tres días a la semana para mantenerse en forma, corriendo por las mañanas.
Tenía buen equilibrio y pulso, por eso había decidido buscar trabajo como camarero. Si tenía que hacer algo, que al menos pudiera hacerlo bien, pensaba. Raras veces se le veía triste o ausente. Complaciente con todos, incluso consigo mismo, y sobre todo siempre disponible y dispuesto a prestar una mano que levantara a sus amigos del suelo. Con June tenía una conexión especial, puedes llamarlo "x", pero en realidad se llama verdadera amistad, y sólo se da en pocos casos y de forma prácticamente intangible e invisible, hay que ser observador para poder verla y sentirla, y poder cuidarla y conducirla entre un sinfín de obstáculos y vallas de esas que van cayendo del cielo a lo largo de nuestra vida. Pum, pum. Le gustaba marcar el ritmo. Hacer la compra no le disgustaba. Tampoco dejarse mojar por la lluvia de tiza de Chalk. Esto último lo amaba, en realidad, y de poco conocía a Joe y a Beth. Bueno, en ese pequeño barrio de Seattle, donde vivían todos, era difícil no conocerse de vista. Pero del dicho al hecho hay un trecho, y se generaliza, quizá demasiado, a la hora de denominar amigo a una persona, cosa promovida por las redes sociales de internet, y por la carencia de ellos también. M79. Se acercaba cada sábado a ver jugar al equipo e baloncesto del barrio, donde jugaba su primo, al que prácticamente lo conocía por el nombre, porque nunca había hablado con él. Eran primos segundos o algo así, y prácticamente su mutua existencia le era indiferente a ambos. Se había enamorado de su propia casa, pequeña pero luminosa, con las paredes blancas y lisas, lo que para June implicaba que iban a dibujar un millar de cosas en ella, y que iban a empezar por el triángulo de Darkside Of The Moon, de Pink Floyd. Quería viajar por Canadá y montar en un trineo tirado por carros, asistir a un Unplugged de su grupo favorito, aprender a auto animarse y comprarse una lámpara de araña para estar todo el día balanceándola hasta que la cadena no diera más de sí y la lámpara cayera, destrozando el parqué. Muchas cosas quería hacer, le parecía. De momento, vivir con su mejor amiga podía ser entretenido, enriquecedor, digamos mejor, una experiencia cojonuda.
-Quiero un gato - le dijo June.
-Ni se te ocurra - contestó tajantemente.
-No tienes ni idea de mascotas - dijo tirándole un cojín a la cara.
-No tienes ni idea de mascotas - dijo tirándole un cojín a la cara.
