Erase una vez un señor Gris, que se llamaba así porque siempre llevaba ropa gris, o casi siempre, pero rara era la vez que no llevaba una prenda gris en su cuerpo. Tenía el pelo marrón y rizado, pero sin rizos definidos, y cuando llevaba el pelo muy largo, que le crecía en densidad, parecía una pelusa. Tenía la cara alargado y el mentón definido, como su padre, unos ojos verdes y un lunar en la nariz, en el que una vez le salió un grano, y cuando los granos salen en lunares, no son precisamente pequeños.
Pues bien. El señor Gris tenía cuatro camisetas que siempre solía llevar: la primera, de Led Zeppelin, gris, con dos agujeros esparcidos; una segundo negra, de Quicksilver, con letras blancas y rojas; y por último, una blanca de Quicksilver también, la única blanca de su armario, que yo recuerde, con el logo y una mano agarrándolo; y una de DC azul marina con el logo en rojo, creo recordar que era falsa, pero parecía de verdad.
Y los pantalones, para él, grises por definición, eran también grises, por lo menos dos de ellos, unos eran del Springfield, grises-marrones, que eran los mismos que yo también tenía, y dos del H&M, del mismo modelo, pero unos grises y los otros azules, que cuando me los iba a regalar (los azules) se echó hacia atrás, el muy sucio.
Tenía un jersey de viejo, por supuesto, gris, que llevaba siempre y cuando llevara la camiseta de Led Zeppelin. Dos abrigos grises, con uno parecía que estaba fuerte, ancho, y con el otro no parecía nada, pero eran grises. Unas zapatillas muy desgastadas de Nike, también grises, con detalles en azul y blanco. Y tenía unas DC, pero no eran grises, si no rojas.
Mmm, qué mas, ah sí, una guitarra negra Ibanez y una tabla Darkstar negra y blanca, con un E.T. pintado y sangre en un extremo, con rudas Pig y ejes Venture, pero esas cosas no eran grises, así que cuentan menos. También tenía, hace ya mucho tiempo, una camiseta genial de color morado, con un bocadillo de pensamiento dibujado y relleno de cuadros negros y blancos, como los de un ajedrez.
También tenía una camiseta amarilla de rock, que desapareció, y una negra de los Ramones de manga larga. Un póster de Kurt Cobain adornaba su habitación y su cama solía tener una colcha azul marina con rayas verdes.
El suelo de parqué, y un teléfono antiguo, aunque sólo usaba el inalámbrico.