"Con una ferocidad temible, digna de un león de la sabana africana, el hombre se abalanzó sobre el otro hombre, procediendo a convertirse en su agresor, y el otro hombre, en la víctima.
Puñetazos, patadas, arañazos, mordiscos, desgarros... el otro hombre fue presa del miedo y, totalmente indefenso, recibió todo tipo de golpes y ataques de su agresor, sin que tan siquiera le fuera permitido reaccionar o defenderse. Y lo triste es, que cuando hubo reunido el valor suficiente para combatir y responder a los ataques, sus fuerzas, melladas, le fallaron y le abandonaron, de tal modo que lo único que pudo hacer fue esperar a que todo cesara..."
Tenía demasiado sueño como para continuar la lectura, así que se fue a dormir.