19 dic 2010

De cómo te perdías en tus pensamientos.

De nuevo, era verano, y el Señor Gris había vuelto a cortarse el pelo, llevándolo de una forma que a mi no me gustaba nada. Tocaba ir a Callao, de nuevo, y visitar esa tienda cuyo empezaba por "efe" y acababa en "nac". Si no habíamos visitado esa tienda por lo menos cien veces ese mismo año, poco nos faltaba, desde luego. De nuevo, al segundo piso, a ver qué novedades musicales ocupaban esta vez las numerosas estanterías. Nos interesaban dos nombres, pero para la tienda parecían ser inexistentes, y no creo que costara mucho poner un cartelito con "Jamie T" escrito, y un par de discos, o que estuviera en la sección de Smashing Pumpkins su disco "Adore", que tampoco aparecía por ningún lado. Y si bajabas toda la calle Carretas hasta Sol, la otra tienda, peor organizada, tampoco tenía nada, y todo más caro, casi siempre.
Pues nada, de nuevo, volvía a tocar dar una vuelta, con calor, las camisetas pegadas al cuerpo, turistas y guiris por todas partes, rodeándote, con puestos de helados en cada calle, y entrando, de nuevo, en el chino de siempre y gastándonos el poco dinero que llevábamos, bajábamos hasta Ópera, solo para estar allí. 
Pero claro, Ópera es uno de esos lugares donde los rayos del sol deben incidir absolutamente directos y verticales, y el calor ya estaba en el suelo, en los escalones, en todas partes. Claro que Ópera, no tiene ninguna sombra, lo cual hace el paseo aún más espectacular.
Con los cascos tochos, como los llamo yo, el calor te agobiaba aún más.
Porque los veranos en Madrid son de esos de treinta grados a la sombra, y sus inviernos, los de cuatro grados al sol. Y ¿acaso no la hace eso tan espectacular, en su momento calor, en su momento frío?